martes, 23 de noviembre de 2010

Sonrisas

Iba en el metro esta tarde. Estaba bastante lleno, y me quedé de pie, junto a la puerta, agarrada a la barra que evita que pierdas el equilibrio... Un poco más allá, en la siguiente puerta, había un muchacho con síndrome de Down. Iba con unos auriculares escuchando música. No me habría fijado en él si no llega a ser porque en un momento determinado se pone a cantar a los gritos. Todos le miramos, y cada uno siguió con su cara seria, el ceño fruncido, como es habitual que viaje la gente en el metro de Barcelona (excepto los extranjeros que hacen turismo y que nos suelen regalar sonrisas). Se puso a cantar y nadie se atrevió a sostener la mirada más de 5 segundos. Pero a su lado había un señor que sonrió, y yo sonreí a la vez que él, sorprendida por la espontaneidad del canto. A mí también me ha pasado eso de emocionarme escuchando una canción que solo oigo yo por mis auriculares, y ponerme a cantar a todo volumen sin darme cuenta de cuánto desafino... Bueno, aunque la situación era graciosa,seguro que nadie se atrevía a reír  porque el muchacho tiene síndrome de Down. El caso es que el otro señor y yo seguimos sonriendo,  y en algún momento, el muchacho se dio cuenta. Entonces se puso a cantar todavía más fuerte, más seguido, incluso empezó a hacer una tímida coreografía... la gente miraba pero desviaba los ojos en seguida, y yo cada vez tenía una sonrisa más grande en la cara... Finalmente, el muchacho cruzó los 5 metros que nos separaban y se puso a mi lado a cantar, haciendo una coreografía de lo más divertida. No pude evitarlo y me eché a reír a carcajada. Era tal la espontaneidad, tal la cara de felicidad de ese muchacho, era tanto lo que estaba él disfrutando en ese momento "de gloria", que, sin pensarlo dos veces, me eché a reír, esbozando yo también un tímido movimiento de caderas. Y cuanto más reía yo, más se animaba él. Terminó haciendo una coreografía espectacular, tanto, que por un momento se olvidaron de los pre-juicios, y todo el vagón se echó a reír. Había triunfado la alegría, la espontaneidad. Justo después de la carcajada general, el muchacho se bajó del vagón. Bajó bailando, moviendo sus caderas (y debo confesar que muy bien!!!), como una gran estrella saliendo del escenario. Y el vagón quedo sonriendo.
Desde estas líneas le agradezco el buen rato que me ha hecho pasar, y el recuerdo de su baile que ha quedado grabado en mi retina y en mi corazón.
No hace falta cantar bien para animarse a cantar.
Solo hay que atreverse a expresar lo que cada uno de nosotros somos.
Porque si no lo hacemos, faltarán muchas sonrisas en este mundo.

1 comentario:

  1. Emotiva experiencia y también enriquecedora para todos los que iban en ese vagón.
    Hay que dejar atrás los prejuicios, y los sentimientos de lástima hacia esas personas. Son hijos de Dios igual que los demás y éste tiene planes para ellos. Tienen una misión en la vida que cumplir, igual que el resto, aunque quizá les cueste más elevar su conciencia.
    Pero es importante apoyarles y animarles porque una actitud mental y emocional positiva siempre se traduce en bienestar y evolución para ellos. Algunos están realmente muy mal, y son a los que hay que ayudar más.

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